Desde su punto de residencia durante su estancia en la isla, usted tiene la oportunidad de conocer, realmente, toda esa diversidad de paisajes y climas que ofrece Tenerife. Si se limita a conducir un automóvil sin un plan prefijado, probablemente hallara maravillas y se tropezara con insospechadas sorpresas. Pero, si prefiere contar con algunas sugerencias previas, aquí se las brindamos.
Cerca de Santa Cruz, está el barrio marinero de San Andrés, con la playa de Las Teresitas y múltiples "guanchinches" -tascas y tabernas- donde saborear el fresco pescado de la zona. Carretera arriba, serpenteando por entre un paisaje cambiante y cada vez más verde, se llega al Bailadero, respirando aromas de laurisilva. En la otra vertiente esta Taganana, un blanco pueblo colgado de las montañas, y más abajo la playa de Almáciga. Al regresar, puede hacerlo cruzando el bosque de Las Mercedes, para desembocar en La Laguna, la ciudad universitaria, de calles rectas y coloniales, verdadero museo arquitectónico de la historia insular.
Una excursión obligada es la que nos conduce a Las Cañadas del Teide por la carretera dorsal, pasando por los prados verdes y ondulados de La Esperanza. Según se asciende más y mas, los campos y los pinos van dejando paso a las tierras ocres, grises y azuladas o verdosas, a los bloques de lava, hasta que, de pronto, se nos presenta, ante la mirada, la visión de un Teide gigantesco en medio de un paraje alucinante, muestra callada de ancestrales acontecimientos telúricos.
Al despedirnos de Las Cañadas, podemos tomar el camino que conduce al valle de La Orotava, un alfombrado manto de plataneras y vegetación o bajar hacia el sur, por la ruta de Vilaflor, plagada de almendros florecidos, y llegar hasta el colosal acantilado de Los Gigantes, vertical e imponente sobre el manso mar que se despereza a sus pies.
Más allá de la ciudad turística del Puerto de la Cruz, se alcanza la ruta bordeada de palmeras que nos lleva hasta la isla baja, pasando por Icod de los Vinos -donde hay que detenerse para admirar el mas longevo de los ejemplares del drago existente en el archipiélago- y con parada obligatoria y fotográfica en Garachico, una villa casi circular que parece extraída de la imaginación de un ilustrador de cuentos fantásticos.
Estas son algunas de las excursiones que les sugerimos. Pero, hay mas, muchas más en Tenerife, que dependen únicamente del tiempo y la curiosidad del visitante.
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